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Tuesday, February 20, 2007

Los Peregrinos de la Mechita

A Víctor Zapata, mi abuelo,
por enseñarme a vivir en los libros.

Solitarios o en hermandad. Una mochila al hombro guarda sus fuerzas para llegar a su destino; una vincha y/o una banda sobre el pecho, nos dice su procedencia y el año que cumple su promesa. En zapatillas o sandalias; caminan considerables distancias con la alegría de saber que la Virgen de las Mercedes siempre escucha su oración.

Dicen que en setiembre si hay milagros, que la esperanza es lo último en perder. Ellos son los peregrinos de la “Mechita” que se dirigen a la Basílica de la Virgen de las Mercedes. Los hay niños, hombres y mujeres de diferentes lugares y edades. Pedro Juárez es de Catacaos es la tercera vez que camina, el motivo es agradecer que aún se pueda vivir en el país, “los tiempos no son como antes” dice.

Hay quienes ofrecen caminar por la salud de un familiar o la propia, el trabajo, o el motivo es la misma fe que cada setiembre convierte la carretera panamericana en un lugar común para fieles de todas partes de Piura -e incluso de Lima- dispuestos a soñar con un milagro. Quizá usted los haya visto pasar durante el día, llevando su ilusión a cuestas.

Algunos han caminado por varios días, las ampollas hablan de ello; otros recién llevan unas horas, el agotamiento ha empezado a menguar la alegría; son las 6.00 p.m. del viernes 22, la ciudad empieza a perderse, con el transcurrir del tiempo solo se aprecian las luces a lo lejos. Más allá en el Km. 22, a las 11 p.m., antes de ingresar a la antigua carretera se levanta un campamento para cenar.

Aquí empiezan los primeros ranchos, esas pequeñas e improvisadas casitas que parecen casi inmateriales, donde se ofrece café, gaseosas, y hasta la chicha de jora osa tentar la sed de los caminantes; unos “ambulantes” venden ungüentos para el dolor, vendas, sandalias, linternas, pilas y todo lo que sea útil para el camino, que se haya olvidado o averiado con los pasos dejados atrás.

Algunos aprovechan este lugar para tomar un descanso, acariciar los pies, recuperar energías; los que caminan en grupo o hermandad pasan lista a sus integrantes; mientras tanto, los que recién llegan buscan un espacio donde refugiar su fatiga. Las luces de las linternas guían a los viajeros por un sendero que parece interminable debido a su común geografía.

Luego de 10 Km. entre algarrobos, esquivando piedras y huecos se vuelve a salir a la Panamericana. 4 horas después, en el peaje la hermandad de San Jacinto (Catacaos) toma un descanso. Son las 5.00 a.m. el aroma a café en los kioscos a lo largo de la carretera ya ha quedado atrás, ahora la madrugada tiene sabor a desayuno gratuito que algunas personas ofrecen antes de llegar a la ciudad.

En la comunidad, un AAHH a la entrada de Paita, Rosario y José llaman a los caminantes a degustar un vasito de café y un pan con mantequita. Un balde en una carretilla de albañil sirve de modesta invitación. Rosario dice que es el primer año que ofrece este desayuno porque la mechita a conservado la salud de Lizet (8) y Dianita (12), sus dos hijas, el desayuno ya no alcanza, la fila de peregrinos es interminable.

Pocos metros después, más instituciones y personas les brindan un cálido recibimiento con pan y avena; los que vienen por primera vez se acercan con incertidumbre, demoran en salir de su asombro por la hospitalidad. La basílica se muestra a lo lejos, invadida por innumerables peregrinos que ya han alcanzado su objetivo. La fragancia marina acaricia la satisfacción de haber llegado.

A pocos metros del santuario los vendedores de algodón y “milagritos”, quieren que uno le compre algún accesorio de cualquier forma, “apúrate hay vienen más, hay que aprovechar” le dice una mujer a su pequeño hijo, dispuesta a convertir la fe por la mechita en una fe basada en la adquisición de artículos para la “veneración”. La columna de peregrinos es enorme, son las 9.00 acaba de terminar la misa.

Los primeros de las dos filas formadas para la veneración de la “Mechita” ingresan con el algodón y el “milagrito” en una mano, en la otra una donación para la celebración de la festividad. Los devotos piden apresurarse a adorar, los fieles son muchos y es el tiempo escaso. Unos segundos son suficientes para que los fieles miren de cerca de la mechita, pues hay que iniciar la misa siguiente.

Otros peregrinos se suman a la espera para ver a la “Mechita”, en tanto, los que han venerado agradecen y/o solicitan a la virgen una humana petición, las miradas se pierden en el altar, las velas se consumen en las manos de los fieles. Se empieza a escuchar los cánticos de una hermandad que está subiendo las escaleras del templo.

Al salir, los vendedores de dulces, imágenes, y vivanderas buscan que algunos de los visitantes les deje una moneda. Es época de fiesta hay que aprovechar. El mar azulea a lo lejos, los fieles siguen llegando, mientras los caminantes que se marchan esbozan una sonrisa de un pronto regreso en señal de agradecimiento.

San Miguel de Piura 23 de Setiembre 2006





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